domingo, julho 15, 2007

CRECER SIN ESCUELA
PÉTER SZIL (Artículo publicado en La Revista Integral, diciembre 2000)
Educación no es lo mismo que escolarización. Varias familias en España han optado por que sus hijos se eduquen en casa según sus motivaciones y su ritmo. Todos están satisfechos.
¿Aprender sin escuela? ¿Es posible? Hace 13 años, cuando mi hijo Lomi se acercaba a la así llamada edad escolar, mi respuesta hubiera sido un "no" rotundo. Y no es que su madre y yo no fuéramos críticos con el sistema escolar. Cuando Lomi comenzó el colegio, nos implicábamos en el APA, el Consejo Escolar y en actividades que requerían la colaboración de los padres para mejorar el colegio. Estábamos dispuestos a seguir muchos años con esa tarea de Sísifo, pero nuestro hijo tuvo otra idea.
Tras una corta fase de entusiasmo por la novedad, vinieron las quejas. Las tareas impersonales del cole contrastaban con la creatividad a que él estaba acostumbrado tanto en casa como en un jardín de infancia Waldorf con mucho espacio para el juego y la fantasía. El horario le cortaba sus propios "proyectos" (que, por cierto, no encontraban ningún eco en el curriculum escolar). Los grupos grandes en la clase y en los recreos, con cientos de niños en un triste patio asfaltado, le asustaban. Las situaciones que requerían de él una competitividad (que no iba ni con su carácter ni con los valores que él traía consigo) y el constante bullicio le causaban dolor de barriga y de cabeza. Dejó el comedor escolar diciendo: "Yo no puedo comer en medio de una guerra." Una vez volvió al colegio tras dos semanas de "descanso" y, al recuperar la materia de ese período en una hora, expresó por primera vez su idea: "¿Y por qué no puedo yo estudiar en casa?"
El intento de solucionar el problema con un cambio de colegio le llevó sólo a formular que su malestar se debía a la institución misma, "porque es imposible que a 20-30 chavales les interese la misma cosa en el mismo momento".
Escuchar a los hijos Su madre y yo estábamos de acuerdo en que no valía la pena criar hijos sin escucharles, tomarles en serio y confiar en su criterio para sus propias vivencias. Yo soy además psicoterapeuta. Mis pacientes adultos me han enseñado las profundas consecuencias de la coerción ejercida sobre su infancia, en gran parte por el colegio (algo que en mi formación apenas se mencionaba), así que yo les aconsejaba que como padres hicieran por lo menos de su hogar un espacio donde los niños podían vivir su ritmo y regularse por sus propias necesidades.
También me estaba dando cuenta de que los procesos que contribuían al desarrollo de trastornos alimentarios (la bulimia o la anorexia) se aplicaban también a los problemas de aprendizaje. Obligar a niños a acabar platos que no les apetecen impide que se autorregulen y más tarde puedan evaluar sus propias necesidades alimentarias. Algo parecido ocurre al tener que tragar conocimientos sin curiosidad e interés. Muchas investigaciones corroboran que una educación formalizada en edades tempranas puede causar problemas cognitivos en la adolescencia y que las duras exigencias de la competitividad escolar constituyen un fenómeno parecido a la presión ejercida sobre los jóvenes en cuanto a su apariencia física.
Pruebas de laboratorio muestran que el cuerpo no absorbe por completo los nutrientes de los alimentos ingeridos sin apetito (con comentarios del tipo "¡cómete eso, es bueno para ti, tiene muchas vitaminas!"). De la misma manera, se nos queda poca cosa tras los exámenes de una trayectoria académica.
Encuentro de familias Así que Lomi se quedó en casa (su madre y yo nos alternamos para estar con él y su hermana pequeña) y comenzó a abrirnos una perspectiva inesperada. Lomi recuperó sus ganas de leer, emprendió proyectos creativos impulsados por su curiosidad y estaba aprendiendo sin que le enseñaran. Al cabo de un año así ya no podíamos negar que estábamos incurriendo en "objeción escolar".
Contactamos con familias que habían optado por esta alternativa y asociaciones que las agrupan en Estados Unidos, Inglaterra y Francia y en 1993 pusimos un anuncio en Integral para organizar el primer encuentro de familias con niños no escolarizados en España. Nos llevamos una sorpresa por la cantidad de familias (50 personas, casi la mitad niños) y también por la diversidad tanto en los motivos que podían llevar a una familia a educar los hijos en casa, como en las maneras de llevarlo a cabo.
A ese encuentro siguieron muchos otros en varios puntos de España, en los que los padres intercambiamos experiencias, los niños de estas familias pioneras notan que no son los bichos raros que pueden parecer en un país donde esa opción educativa todavía no está extendida. Así, muchas familias sin niños o con niños pequeños llegan a conocer esta alternativa de cerca y a tiempo. En 1997 nació el boletín semestral Crecer Sin Escuela, un punto de contacto fijo en una red de apoyo por lo demás muy informal.
Arce, Luna y Hada Una de las familias que conocimos en uno de los primeros encuentros vive en Cantabria. Sus tres hijos nunca han pisado un aula. Para ellos la no escolarización era una continuación de su crítica al sistema social y la búsqueda de otras alternativas.
"Los materiales con los que contamos", nos cuenta Isabel, la madre de Arce, 13 años, Luna, 10 y Hada, 4, "son nuestras propias inquietudes e intereses, tiempo juntos, mucho hablar de todo, libros de todo tipo, biblioteca, trato con gente que presenta 'otras cosas', incluso material escolar que a veces nos pasan, actividades apetecibles... Procuramos evitar demasiada estimulación de lo que consideramos pernicioso: televisión, radio, publicidad, noticias macabras o vacías, comics...".
Los niños están en casa por la mañana con la madre, mientras el padre trabaja como funcionario. Por las tardes la familia suele participar en talleres, va al teatro, conciertos o bibliotecas o colabora en grupos y asociaciones.
"Una de las ventajas que últimamente he descubierto", nos explica Isabel "es que los niños se liberan de mucho del estrés que nos impone la forma habitual de vida: horarios, exigencias, competición, exámenes..."
Los que llevamos muchos años educando a nuestros hijos en casa podríamos quejarnos de que la prensa sume en el silencio a esta alternativa. A una familia de Almería le pasó justo le contrario. En septiembre de 1999 el delegado de educación de Almería armó un escándalo creyendo haber descubierto "el primer caso de un niño no escolarizado en España". Su cruzada por "agotar todas las medidas legales a su alcance para liberar al menor de un daño que considera evidente" acabó bruscamente en el juzgado donde se le impidió incoar diligencias al no haber nada delictivo. Sin embargo los medios se hicieron eco de toda una serie de falsedades sobre "el niño que estudia por internet".
Lola y Gabriel En realidad no se trataba de un niño que pasaba su tiempo delante de un ordenador, sino de una pareja, Lola y Gabriel, cuyo objetivo en la educación de sus hijos es potenciar su espíritu independiente y crítico, la confianza en sí mismos y en su creatividad para resolver los problemas según su propio criterio y capacidades para encontrar recursos. "Consideramos", dice Lola, "que lo primordial en la educación es el respeto al niño y son las asignaturas las que deben adaptarse a su personalidad, talento y preferencias y no al contrario. Cuando nuestro hijo mayor, que ahora tiene 8 años, llegó a la edad escolar, buscamos un colegio en el que al menos una parte de estos requisitos los pusieran en práctica. Pero no encontrarnos ninguno. Como creemos que somos los padres los primeros responsables y después los profesionales de la educación, optamos por educarle en casa".
Su formación se realiza al estilo de la de un adulto autodidacta, que abarca tanto el dibujar, pintar, cocinar, leer y jugar al fútbol con sus amigos como proyectos específicos o escribir sus propias historias, primero a mano y luego al ordenador para que parezca un libro.
Al mismo tiempo le matricularon en una escuela por correspondencia en Estados Unidos, una institución que da mucha libertad a cada niño para desarrollarse a su propio ritmo y basándose en sus propios intereses. En primaria son los padres los que están en contacto con la escuela (por carta o, si lo tienen, por correo electrónico, siendo esto último la base de todo el malentendido que se ocasionó por "estudiar por internet"). En secundaria el niño entra en contacto directo con un equipo de profesores que le asesoran sobre sus opciones personales.
Lola y Gabriel tomaron también decisiones que a lo mejor eran más importantes que las que conciernen la forma de aprender del niño. "Nos mudamos a un lugar tranquilo donde los niños pudieran jugar en la calle y explorar los alrededores por ellos mismos. Mi marido cambió a jornada de trabajo continua en el taller de electrónica que dirige para estar en casa a partir del mediodía. Al elegir este tipo de educación hicimos un acto de fe en nosotros mismos, aunque teníamos dudas. Hoy ya no las tenemos».
Una opción consciente En mi familia también íbamos disipando las dudas conforme crecíamos juntos en la experiencia. Si sacar a Lomi del colegio fue un acto nacido de la desesperación, no escolarizar a nuestra hija, hoy de 14 años, ya fue una decisión consciente y positiva.
Éstas y muchas otras experiencias demuestran que educarse sin acudir a la escuela es posible y presenta una serie de ventajas sobre la educación convencional. El reconocimiento del mérito histórico de la escolarización generalizada (que ha cumplido una función vital en este siglo y ha contribuido precisamente a que hoy tengamos una sociedad tan matizada que precisa diferentes formas de educación) no debe confundirnos a la hora de ver su papel actual. No es el primer logro social que se vuelve contraproducente por su uso masivo e indiscriminado. La resistencia de las bacterias al tratamiento con antibióticos está aumentando de forma alarmante, al igual que el fracaso escolar o la delincuencia juvenil. Recurrir a medicinas o a maneras de aprender que son respetuosas con lo particular del individuo no puede sino contribuir a la auténtica pluralidad de una sociedad.
Lomi, de 20 años "Para mí lo positivo de no ir al colegio ha sido poder dedicarme a mis propios proyectos mientras me interesaban y el tiempo que me hacía falta para acabarlos. He tenido varios períodos, que podían durar años, en los que me he interesado por cosas como la cocina (haciendo de aprendiz en un comedor vegetariano) o imagen y sonido (tengo incluso un título sin utilizar de locutor de radio y TV) hasta que di con lo que estoy haciendo ahora: artes escénicas y circo."
"En muchos momentos me he sentido raro por no ir al colegio (aunque no más que cuando almorzaba una zanahoria en el recreo en el cole), pero para mí ha sido y es más importante poder elegir que ser 'normal'."
"Yo he oído mucho por ahí que al que no va al colegio y no tiene título le va a ser difícil en este mundo. Actualmente tengo casi veinte años, llevo dos años viviendo por mi cuenta, gano mi propio dinero y sigo formándome al mismo tiempo. Desde septiembre estoy estudiando con una beca en una escuela de teatro en Inglaterra."
El dilema de la 'socialización' Muchos expertos, psicólogos y educadores pregonan sus dogmas no sólo sobre los supuestos beneficios de la escolarización, sino también sobre los daños irreversibles de la no escolarización sin haber conocido personalmente a algún niño que haya crecido sin ir al colegio. Su argumento preferido es el de la socialización, al estilo de los que esgrimen que para hacerse hombre hay que ir a la mili y no mencionan que también existe una socialización negativa. De esto habla por ejemplo Vicente Garrido, profesor de psicología criminal. Él relaciona la escalada de la delincuencia juvenil con el hecho de que "la estructura familiar perdió su capacidad de socializar, de establecer patrones de comportamiento en los niños" y añade: "...la familia es el agente socializador por excelencia". Muchos pedagogos acusan al aumento de la edad de escolarización de disparar la agresividad en los colegios.
La diferencia entre la socialización de niños escolarizados y no escolarizados es que los primeros pasan muchas horas al día con muchos niños de la misma edad, mientras que los últimos se socializan a través de contactos más individuales con niños y jóvenes de edades diferentes y con adultos. Estudios realizados en países donde ya existen varias generaciones de personas no escolarizadas muestran más bien que los niños no escolarizados son más cooperadores y que ven a los adultos como aliados y no como enemigos.
El vacío legal en España La Constitución española dice: "La enseñanza básica es obligatoria y gratuita" (Art. 27.4), pero precedida por la frase: "Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones" (Art. 27.3). La administración, basándose en la LOGSE sigue, de momento, sin prever la posibilidad de educar a los hijos en casa. Por eso la toma de posición de los jueces ha sido decisiva para llenar el vacío legal.
En palabras de Luis Columna, juez que en 1994 condenó en Almería a 150 padres por absentismo escolar derivado del abandono, en la desescolarización consciente no hay "responsabilidad penal ante un caso de este tipo, ya que los padres no hace dejadez de sus obligaciones con los hijos sino todo lo contrario". Otras sentencias han sentado precedente jurídico: "La formación educativa efectuada al margen de la enseñanza oficial es perfectamente aceptable en el marco de libertades diseñado por la Constitución".
Ninguno de los jóvenes educados sin escuela en España ha tenido problemas a la hora de incorporarse a la enseñanza superior o al mundo laboral, a pesar de que aquí todavía no se han formalizado mecanismos como los que hay en otros países (Estados Unidos, Canadá, Australia, Francia, Inglaterra) donde la educación en el hogar es completamente legal desde hace varias generaciones.
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