segunda-feira, maio 25, 2009


O Estudo de Pesquisas Energéticas (EPE), que é notoriamente permeável ao lóbi da energia nuclear, recentemente concluiu que o Brasil necessita de mais 4 reactores nucleares. O reletário foi entregue ao ministro (Minas e Energia) Edson Lobão – que foi logo declarar para os média que o Brasil vai construir mais 60 usinas nucleares!!...
Há 3 décadas a centaral nuclear de Angra I foi impingida pelos alemães. Agora Sarcozy fez um acordo com Lula para que o Brasil construa submarinos nucleares com tecnologia francesa. A propósito, aqui transcrevo uma pérola que encontrei na revista “Leituras da História” (ano II, n°19, 2009). O jornalista Rodrigo Gallo, entrevistando o cientista social Ricardo Corrêa Coelho, refere-se à proximidade cultural entre brasileiros e franceses (para os brasileiros, 2009 é considerado o ano da França) nos seguintes termos: “(...) Dessa parceria devem surgir bons resultados para nós (brasileiros) sobretudo do ponto de vista da tecnologia nuclear. O primeiro passo foi a aasinatura de um acordo, em Dez. último, que prevê a construção de submarinos de propulsão nuclear por aqui, uma espécie de intercâmbio de informações bélicas.” E viva a indústria da guerra e de todos os desastres – que ricos mercados!!...

Nucleares, ¿otra vez?
Con la excusa de reducir las emisiones de CO2, algunos gobiernos parecen apostar ahora por las nucleares de tercera generación. Pero, ¿el átomo es realmente viable?
Texto Rafael Carrasco
Este mismo invierno, Francia daba luz verde a la construcción en Penly (Normandía) de un reactor nuclear EPR (European Pressurized Reactor), también conocido como “reactor avanzado” o “de tercera generación”. La compañía estatal gala encargada del proyecto, Areva, ya estaba construyendo uno de estos reactores de gran tamaño en Flamanville, también en tierras normandas, y otro más en Olkiluoto (Finlandia). Y, según anuncia el sector nuclear, esto es sólo el principio del renacer nuclear en todo el mundo. Parece que Chernóbil y los costes desorbitados son cosa del pasado. Ahora toca producir la energía que precisan las naciones en vías de desarrollo y luchar eficazmente contra el cambio climático con plantas energéticas que apenas producen CO2.Francia, el país más nuclearizado del planeta y donde lo nuclear es definido como “orgullo nacional”, es el gran animador de esta rentrée del átomo. Casi toda su electricidad procede de sus 59 centrales nucleares y, además, vende excedentes de kilovatios a España, Portugal, Italia, Suiza, Alemania, Bélgica y otros vecinos. De hecho, podría vender a muchos países más si hubiese redes de transporte adecuadas, porque su gigantesco parque nuclear da para eso y mucho más.Realmente, no era necesario construir más centrales nucleares en el país vecino, pero dado que el reactor EPR es tecnología francesa y quieren venderlo a medio mundo en los próximos años, han decidido predicar con el ejemplo e instalar dos superreactores en casa y ofrecer el tercero a Finlandia en unas condiciones financieras casi irrechazables.
Países que se apuntanLas cuentas de Areva y del gran conglomerado atómico francés –todo él, estatal– están sufriendo visiblemente esta apuesta, pero para ellos merece la pena sacrificarse ahora para colocarse en cabeza del gran negocio energético del siglo XXI. De momento, el presidente Sarkozy ha convencido al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, para reactivar el programa nuclear transalpino, paralizado desde 1987 tras un referéndum popular.
La eléctrica estatal ENEL, junto con su colega francesa EDF –ambos, monopolios estatales– y los gobiernos de ambos países ya planifican nuevas plantas atómicas que podrían estar funcionando en 2020, aunque, por ahora, no hay proyectos ni pedidos sobre la mesa. Pero es todo un signo del cambio de tendencia que parece vivir el antaño denostado sector nuclear. Por otro lado, en los últimos meses hemos conocido la decisión de otros gobiernos como el británico, el finlandés o el sueco, de permitir o promover la construcción de nuevas plantas atómicas. Y, por si faltara un empujón, el segundo Estudio estratégico de la energía de la Comisión Europea propone “estimular la inversión de infraestructuras energéticas más eficientes y con bajo contenido de carbono”. Según Bruselas, si las decisiones de inversión en energía nuclear y fuentes de energía renovables se toman rápidamente, casi dos tercios de la generación de electricidad de la UE podrían ser “de baja emisión de carbono” hacia 2020. Dicen que las nucleares contarían con la tecnología más avanzada, e intentan convencer de que cumplen los más altos estándares de seguridad y que se simplificará el ahora largo proceso de concesión de licencias.
La Comisión sostiene que la energía nuclear desempeña un papel importante en la transición a una economía baja en carbono, aunque considera que la elección de incluir la energía nuclear en el mix energético corresponde a los estados miembro.
Estados Unidos, Rusia, China y Japón, por su parte, han renovado su interés por lo nuclear, aunque, de momento, no van a construir más plantas. Además, los gobiernos de países del norte de África, como Libia, Túnez, Argelia, Marruecos y Siria, están firmando acuerdos de colaboración nuclear con compañías de Francia, Rusia, China y Estados Unidos o con sus gobiernos. Incluso han declarado en numerosos foros internacionales su intención de adquirir centrales nucleares para desalar agua del mar a gran escala o para mover los complejos sistemas de riego agrícola que quieren desplegar por todo su territorio.En estos momentos Francia está presionando a esos países para que compren sus famosos EPR u otras tecnologías atómicas, pero por ahora, es más clara la intención de vender por parte de Sarkozy y compañía que la disponibilidad de dinero para comprar de los países africanos.
La situación en EspañaMaría Teresa Domínguez, presidenta del Foro Nuclear, parece estar encantada con todas estas noticias. “Los países de nuestro entorno –explica– están dibujando sus estrategias energéticas de futuro. El encarecimiento del petróleo y agotamiento de recursos naturales, el fuerte incremento del consumo de electricidad, así como una mayor conciencia ambiental y responsabilidad con las generaciones futuras son los elementos que han situado a la energía nuclear en el punto de mira de muchos países.” España, piensa la presidenta de este lobby, no puede quedarse al margen del proceso. De hecho, el informe Resultados y perspectivas nucleares encargado por este foro al catedrático de Economía Aplicada Santos Ruesga propone construir 11 nuevas centrales atómicas en España para cubrir en 2030 el 33% de la demanda eléctrica. El estudio estima que el coste de ese “relanzamiento nuclear” sería de unos 33.000 millones de euros.En realidad, como recuerda Carlos Bravo, director de la campaña antinuclear de Greenpeace, desde mediados de los años 90, las compañías eléctricas tienen libertad en España para instalar nuevas centrales nucleares y, si no lo hacen, es porque a 3.000 millones de euros la unidad, no les salen las cuentas. Y este supuesto resurgir de la tecnología atómica, con centrales aún más grandes y más caras que las que actualmente funcionan en nuestro país, no facilita el “sí” de la pieza clave de este proceso, las compañías productoras de electricidad.
A favor y en contraPatrick Moore, uno de los fundadores de Greenpeace, es de los que han visto la luz nuclear en los últimos tiempos y ha pasado del activismo contra las pruebas nucleares en Alaska a predicar con artículos y conferencias la necesidad que tiene la humanidad de apostar por la energía del uranio si quiere detener el cambio climático. “A principios de los años 70 –escribe el antaño ecologista en un artículo publicado en el diario El País–, cuando ayudé a fundar Greenpeace, creía que la energía nuclear era sinónimo de holocausto nuclear. Treinta años después, he cambiado de opinión, y el resto del movimiento ecologista debería hacer lo mismo, porque la energía nuclear es la única fuente de energía no emisora de gases invernadero que puede reemplazar con efectividad a los combustibles fósiles, satisfaciendo al mismo tiempo la creciente demanda mundial de energía”. Y concluye: “La energía nuclear es limpia, rentable, fiable y segura.” La misma opinión que tienen otros ilustres arrepentidos del pensamiento verde, como el filósofo James Lovelock, Stewart Brand –fundador del Whole Earth Catalog–, o Bjorn Lomborg, antiguo militante de Greenpeace-Dinamarca.
Marcel Coderch, secretario de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos, es de los que no se deja impresionar por esta avalancha triunfal del sector atómico. Acaba de publicar en Los Libros del Lince un demoledor análisis titulado El espejismo nuclear que desmonta uno por uno los argumentos de esta reactivación de los negocios nucleares. Coderch dibuja un escenario energético para 2030 donde la electricidad se produce al modo francés, con un 80% de kilovatios nucleares, sin apenas emisiones de carbono, tal como propone el sector nuclear como solución al cambio climático. Pero para llegar a ese escenario, harían falta casi 5.000 reactores de los actuales o más de 3.000 EPRs y, suponiendo que hubiese dinero para pagarlos, no habría uranio suficiente para mantenerlo unas pocas décadas. Porque no debemos olvidar que el potencial de las minas conocidas es limitado y el descubrimiento de grandes yacimientos hasta ahora desconocidos es una lotería con pocas probabilidades de éxito.
“Ni sumando todos los recursos catalogados por la Agencia de Energía Nuclear de la OCDE –convencionales y no convencionales, ya sean localizados, hipotéticos o especulativos–, se llegaría a cubrir los consumos proyectados para todo el ciclo de vida de los reactores necesarios [casi 5.000] para satisfacer la demanda eléctrica mundial de los próximos decenios”, concluye el investigador catalán. Es más, si se consiguiera el uranio necesario, quedaría todavía por resolver la cuestión de los residuos. Los 4.959 reactores en funcionamiento en el año 2030, según el escenario de Coderch, generarían cada año 86 kilotoneladas de combustible irradiado, y en 25 años, se habrían acumulado más de un millón de toneladas de residuos radiactivos de alta actividad que habría que almacenar. Teniendo en cuenta que no hay ni un solo almacén geológico operativo en el mundo y que los depósitos en superficie son caros y exigen cuidados y gastos durante miles de años, la perspectiva no resiste el más elemental análisis económico o medioambiental
Inseguridad y falta de dineroA todo lo anterior hay que añadir la proliferación de armas nucleares que acarrearía la construcción de muchas más centrales en países como Irán, Pakistán, Corea del Norte o Israel. Eso por no hablar de la falta de financiación para unos proyectos que cuestan cada uno miles de millones de euros o el riesgo de accidentes graves en países subdesarrollados tecnológicamente. Un riesgo que, por cierto, no ha impedido a Francia vender tecnología nuclear y, en el futuro, hasta reactores EPR a países mucho más atrasados tecnológicamente de lo que estaba la Unión Soviética cuando vivió el accidente de Chernóbil.“Bajo ningún concepto, por tanto, puede afirmarse que la energía nuclear es una alternativa real al consumo de combustibles fósiles y una solución al problema del cambio climático –añade Coderch–, por lo menos en las próximas décadas. Quizá por eso, aquéllos que proponen un renacimiento nuclear rara vez concretan cifras y, por ello, sus alusiones a estos dos problemas [el agotamiento de los combusbles fósiles y el cambio climático] deben interpretarse como una simple cortina de humo para salvar una industria en dificultades y no como un intento serio de afrontar el dilema energético-climático.”
Lo cierto es que toda esta reactivación se sostiene en el deseo de vender del complejo nuclear, tanto civil como militar, de Francia. Italia, por ejemplo, no ha acordado otra cosa que iniciar un estudio de viabilidad que podría dar como resultado la decisión de construir nuevas centrales de tipo EPR. Incluso a la eléctrica estatal ENEL, que tiene el monopolio de la electricidad en Italia y el pleno respaldo del estado transalpino, asustan los al menos 3.000 millones de euros que costaría una central de este tipo, que serían muchos más si la obra se retrasa por la oposición popular o por problemas técnicos. De hecho, el que será el primer EPR del mundo, el de Olkiluoto, lleva tres años de retraso y su construcción se está encontrando con tantos problemas técnicos, que está resultando ruinosa para Areva y para el estado francés. Basta decir que durante 2008 la construcción del superreactor –vendido a un consorcio de la industria papelera finlandesa por un precio fijo de 3.000 millones de euros–, produjo a la compañía estatal gala unas pérdidas de 749 millones de euros y acumula ya un sobrecoste reconocido por la propia compañía de 1.700 millones de euros.“Como la propia industria española ha reconocido –explica Francisco Castejón, experto en temas nuclares de Ecologistas en Acción–, es imprescindible un apoyo financiero del Gobierno en forma de préstamos blandos o subvenciones para que la industria nuclear despegue. En un marco de generación eléctrica liberalizada, es impensable que alguien se lance a la aventura nuclear.” Buena prueba de ello es que la invitación que ha hecho el primer ministro británico, Gordon Brown, a las empresas de su país para construir más nucleares no ha tenido respuesta alguna por parte de éstas.
Qué son los reactores de tercera generaciónLa industria nuclear propone para el futuro centrales de gran tamaño y sistemas automatizados. Los reactores EPR de Areva son los abanderados de una nueva generación, la tercera, de reactores nucleares. Se trata de grandes centrales que producen un 50% más de electricidad que los reactores actuales, que reducen notablemente los trabajos de mantenimiento porque casi todo es automático y que exigen menores tiempos de parada para recargar el combustible.Según el sector nuclear, estas ventajas suponen un abaratamiento considerable en el precio del kilovatio producido, sobre todo si se consigue reducir el tiempo de construcción del reactor desde los ocho o diez años actuales hasta cuatro o cinco, con lo que se abarataría la actual inversión, que no baja de los 3.000 milllones de euros.
los promotores aseguran que esa reducción de tiempo es posible gracias a que su avanzada tecnología simplifica los trabajos de ingeniería, pero, sobre todo, por la estandarización de los diseños. A diferencia de la situación actual –sólo en España existen cuatro modelos distintos de reactor para un parque de ocho centrales–, esta nueva generación tendrá muy probablemente un único modelo, lo que permitiría construirlos en serie. Además, éste estaría previamente homologado, lo que aceleraría los trámites de aprobación por parte del Consejo de Seguridad Nuclear.
en cuanto al recelo social que rodea desde siempre la tecnología nuclear, el sector insiste en que los reactores avanzados son muy seguros. Los nuclearistas señalan que éstos recurren masivamente a las pantallas de televisión y a los controles informatizados para reducir el trabajo de operarios y, por lo tanto, la posibilidad de un fallo humano. Por otro lado, se elimina gran cantidad de tuberías, cables, soldaduras y otros elementos que pueden producir un fallo en el sistema. Si se diese un accidente grave, los conceptos de seguridad pasiva deberían asegurar que las consecuencias del desastre no salieran en ningún caso de los muros de la central.
Ahora hablan de cambio climático La nuclear pretende ser la solución al cambio climático junto a la solar, la eólica o el hidrógeno. La energía nuclear ¡se ha vuelto ecologista! y desde finales de los 90 no para de hablarnos del cambio climático. Para el sector nuclear internacional, el actual modelo energético, basado en los combustibles fósiles, es insostenible y el desarrollo de China, India o Brasil dará al traste con todos los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de invernadero. ¿Con qué energía podrían, entonces, alimentar su desarrollo estos países? Con centrales atómicas, naturalmente, dicen ellos.No es muy distinto este discurso del que hacía el sector en los años 60 del pasado siglo, pero la novedad ahora es incluir en el paquete a las renovables para dibujar un futuro energético libre de carbono. Por ejemplo, la producción de hidrógeno a gran escala, que ha de sustituir a largo plazo las gasolinas derivadas del petróleo, exigirá enormes cantidades de electricidad dentro de 20 o 30 años. De modo que si queremos hidrógeno para entonces –asegura el sector– más vale que empecemos ya a encargar nucleares.
Centrales sin fecha de caducidadLa tendencia en la actualidad es alargar de 40 a 60 años la vida útil de una planta si se considera seguraEn las próximas semanas, el Consejo de Seguridad Nuclear y el Ministerio de Industria deberán decidir si renuevan a la central nuclear de Garoña, en Burgos, su licencia de funcionamiento o si deciden que, a punto de entrar en la crisis de los 40, ya es demasiado vieja para operar en condiciones seguras. En ese caso, como ya ocurrió hace tres años con la de Zorita, en Guadalajara, la planta se cerraría.No está claro si en España van a construirse más centrales nucleares, dada su impopularidad recalcitrante y su elevado precio, pero lo que sí parece seguro es que vamos a tener nucleares bastantes años más. Porque sus explotadores presionan cada vez más para alargar la vida útil de los reactores de los convencionales 40 años a los 60. En realidad, estas centrales no tienen fecha de caducidad, sino que obtienen una autorización de prórroga de la autoridad regulatoria y del Ministerio de Energía. En España, ésta suele ser por diez años prorrogables si se considera que la central cumple los requisitos de seguridad.En Estados Unidos, 50 de sus 104 reactores tienen hoy licencia para llegar a los 60 años y Suiza, Holanda, Francia o Reino Unido están empezando a seguir esta política.

terça-feira, maio 12, 2009


Mãe,

espero que sares bem rapidinho.

Cuida-te e diverte-te com todas as coisas bonitas e úteis com que ocupas o teu tempo.

beijos e abraços - que não de tamanduá! ;-D

Xando



The Same Old Song
(For America to Live, Europe Must Die)
by Russell Means
Being is a spiritual proposition. Gaining is a material act. Traditionally, American Indians have always attempted to be the best people they could. Part of that spiritual process was and is to give away wealth, to discard wealth in order not to gain. Material gain is an indicator of false status among traditional people, while it is “proof that the system works” to Europeans. Clearly, there are two completely opposing views at issue here, and Marxism is very far over to the other side from the American Indian view. But let’s look at a major implication of this; it is not merely an intellectual debate.

The European materialist tradition of despiritualizing the universe is very similar to the mental process which goes into dehumanizing another person. And who seems most expert at dehumanizing other people? And why? Soldiers who have seen a lot of combat learn to do this to the enemy before going back into combat. Murderers do it before going out to commit murder. Nazi SS guards did it to concentration camp inmates. Cops do it. Corporation leaders do it to the workers they send into uranium mines and steel mills. Politicians do it to everyone in sight. And what the process has in common for each group doing the dehumanizing is that it makes it all right to kill and otherwise destroy other people. One of the Christian commandments says, “Thou shalt not kill,” at least not humans, so the trick is to mentally convert the victims into nonhumans. Then you can proclaim violation of your own commandment as a virtue.

In terms of the despiritualization of the universe, the mental process works so that it becomes virtuous to destroy the planet. Terms like progress and development are used as cover words here, the way victory and freedom are to justify butchery in the dehumanization process. For example, a real-estate speculator may refer to “developing” a parcel of ground by opening a gravel quarry; development here means total, permanent destruction, with the earth itself removed. But European logic has gained a few tons of gravel with which more land can be “developed” through the construction of road beds. Ultimately, the whole universe is open – in the European view – to this sort of insanity.

Most important here, perhaps, is the fact that Europeans feel no sense of loss in all this. After all, their philosophers have despiritualized reality, so there is no satisfaction (for them) to be gained in simply observing the wonder of a mountain or a lake or a people in being. No, satisfaction is measured in terms of gaining material. So the mountain becomes gravel, and the lake becomes coolant for a factory, and the people are rounded up for processing through the indoctrination mills Europeans like to call schools.

But each new piece of that “progress” ups the ante out in the real world. Take fuel for the industrial machine as an example. Little more than two centuries ago, nearly everyone used wood – a replenishable, natural item – as fuel for the very human needs of cooking and staying warm. Along came the Industrial Revolution and coal became the dominant fuel, as production became the social imperative for Europe. Pollution began to become a problem in the cities, and the earth was ripped open to provide coal whereas wood had always simply been gathered or harvested at no great expense to the environment. Later, oil became the major fuel, as the technology of production was perfected through a series of scientific “revolutions.” Pollution increased dramatically, and nobody yet knows what the environmental costs of pumping all that oil out of the ground will really be in the long run. Now there’s an “energy crisis,” and uranium is becoming the dominant fuel.

Capitalists, at least, can be relied upon to develop uranium as fuel only at the rate which they can show a good profit. That’s their ethic, and maybe they will buy some time. Marxists, on the other hand, can be relied upon to develop uranium fuel as rapidly as possible simply because it’s the most “efficient” production fuel available. That’s their ethic, and I fail to see where it’s preferable. Like I said, Marxism is right smack in the middle of European tradition. It’s the same old song.

There’s a rule of thumb which can be applied here. You cannot judge the real nature of a European revolutionary doctrine on the basis of the changes it proposes to make within the European power structure and society. You can only judge it by the effects it will have on non-European peoples. This is because every revolution in European history has served to reinforce Europe’s tendencies and abilities to export destruction to other peoples, other cultures and the environment itself. I defy anyone to point out an example where this is not true.

So now we, as American Indian people, are asked to believe that a “new” European revolutionary doctrine such as Marxism will reverse the negative effects of European history on us. European power relations are to be adjusted once again, and that’s supposed to make things better for all of us. But what does this really mean?

Right now, today, we who live on the Pine Ridge Reservation are living in what white society has designated a “ National Sacrifice Area.” What this means is that we have a lot of uranium deposits here, and white culture (not us) needs this uranium as energy production material. The cheapest, most efficient way for industry to extract and deal with the processing of this uranium is to dump the waste by-products right here at the digging sites. Right here where we live. This waste is radioactive and will make the entire region uninhabitable forever. This is considered by the industry, and by the white society that created this industry, to be an “acceptable” price to pay for energy resource development. Along the way they also plan to drain the water table under this part of South Dakota as part of the industrial process, so the region becomes doubly uninhabitable. The same sort of thing is happening down in the land of the Navajo and Hopi, up in the land of the Northern Cheyenne and Crow, and elsewhere. Thirty percent of the coal in the West and half of the uranium deposits in the United States have been found to lie under reservation land, so there is no way this can be called a minor issue.

We are resisting being turned into a National Sacrifice Area. We are resisting being turned into a national sacrifice people. The costs of this industrial process are not acceptable to us. It is genocide to dig uranium here and drain the water table – no more, no less.

Now let’s suppose that in our resistance to extermination we begin to seek allies (we have). Let’s suppose further that we were to take revolutionary Marxism at its word: that it intends nothing less than the complete overthrow of the European capitalist order which has presented this threat to our very existence. This would seem to be a natural alliance for American Indian people to enter into. After all, as the Marxists say, it is the capitalists who set us up to be a national sacrifice. This is true as far as it goes.

But, as I’ve tried to point out, this “truth” is very deceptive. Revolutionary Marxism is committed to even further perpetuation and perfection of the very industrial process which is destroying us all. It offers only to “ redistribute” the results – the money, maybe – of this industrialization to a wider section of the population. It offers to take wealth from the capitalists and pass it around; but in order to do so, Marxism must maintain the industrial system. Once again, the power relations within European society will have to be altered, but once again the effects upon American Indian peoples here and non-Europeans elsewhere will remain the same. This is much the same as when power was redistributed from the church to private business during the so-called bourgeois revolution. European society changed a bit, at least superficially, but its conduct toward non-Europeans continued as before. You can see what the American Revolution of 1776 did for American Indians. It’s the same old song.

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Revolutionary Marxism, like industrial society in other forms, seeks to “rationalize” all people in relation to industry – maximum industry, maximum production. It is a doctrine that despises the American Indian spiritual tradition, our cultures, our lifeways. Marx himself called us “precapitalists” and “primitive.” Precapitalist simply means that, in his view, we would eventually discover capitalism and become capitalists; we have always been economically retarded in Marxist terms. The only manner in which American Indian people could participate in a Marxist revolution would be to join the industrial system, to become factory workers, or “proletarians,” as Marx called them. The man was very clear about the fact that his revolution could only occur through the struggle of the proletariat, that the existence of a massive industrial system is a precondition of a successful Marxist society.

I think there’s a problem with language here. Christians, capitalists, Marxists. All of them have been revolutionary in their own minds, but none of them really means revolution. What they really mean is continuation. They do what they do in order that European culture can continue to exist and develop according to its needs.

So, in order for us to really join forces with Marxism, we American Indians would have to accept the national sacrifice of our homeland; we would have to commit cultural suicide and become industrialized and Europeanized.

At this point, I’ve got to stop and ask myself whether I’m being too harsh. Marxism has something of a history. Does this history bear out my observations? I look to the process of industrialization in the Soviet Union since 1920 and I see that these Marxists have done what it took the English Industrial Revolution 300 years to do; and the Marxists did it in 60 years. I see that the territory of the USSR used to contain a number of tribal peoples and that they have been crushed to make way for the factories. The Soviets refer to this as “ the National Question.” The question of whether the tribal peoples had the right to exist as peoples; and they decided the tribal peoples were an acceptable sacrifice to the industrial needs. I look to China and I see the same thing. I look to Vietnam and I see Marxists imposing an industrial order and rooting out the indigenous tribal mountain people.

I hear revolutionary Marxists saying that the destruction of the environment, pollution, and radiation will all be controlled. And I see them act upon their words. Do they know how these things will be controlled? No, they simply have faith. Science will find a way. Industrialization is fine and necessary. How do they know this? Faith. Science will find a way. Faith of this sort has always been known in Europe as religion. Science has become the new European religion for both capitalists and Marxists; they are truly inseparable; they are part and parcel of the same culture. So, in both theory and practice, Marxism demands that non-European peoples give up their values, their traditions, their cultural existence altogether. We will all be industrialized science addicts in a Marxist society.

I do not believe that capitalism itself is really responsible for the situation in which American Indians have been declared a national sacrifice. No, it is the European tradition; European culture itself is responsible. Marxism is just the latest continuation of this tradition, not a solution to it. To ally with Marxism is to ally with the very same forces that declare us an acceptable cost.

There is another way. There is the traditional Lakota way and the ways of the American Indian peoples. It is the way that knows that humans do not have the right to degrade Mother Earth, that there are forces beyond anything the European mind has conceived, that humans must be in harmony with all relations or the relations will eventually eliminate the disharmony. A lopsided emphasis on humans by humans – the Europeans’ arrogance of acting as though they were beyond the nature of all related things – can only result in a total disharmony and a readjustment which cuts arrogant humans down to size, gives them a taste of that reality beyond their grasp or control and restores the harmony. There is no need for a revolutionary theory to bring this about; it’s beyond human control. The nature peoples of this planet know this and so they do not theorize about it. Theory is an abstract; our knowledge is real.


Editors' Note: GA Note: This was excerpted from a much longer speech given by Russell Means in July 1980, before several thousand people assembled from all over the world for the Black Hills International Survival Gathering, in South Dakota. It was probably Means’ most famous speech and despite some problematic ideas in the complete talk (or his politics today), it has had a huge influence on many of us involved in the Green Anarchist resistance. Other indigenous critiques of Marxism and the Left of interest include Marxism and Native Americans (edited by Ward Churchill, South End Press 1983), which includes a version of this entire Russell Means essay and various other contributors, and Ward’s excellent essay “False Promises:An Indigenist Examination of Marxist Theory and Practice” from Since Predator Came, now available as a pamphlet from the GA Distro.






“Nones” Most Likely to Oppose Torture, US Pew Survey Says
Positive correlation found between religious piety and support for torture
The US Pew Research Center for the People and the Press released results of its most recent survey on US public support for torture this week. Conducted the week of April 14-21, this survey confirmed a similar study by Pew conducted in 2008.
US white evangelical protestants (61%) and white non-hispanic Catholics (51%), the categories with the highest levels of support, believed torture was often or sometimes justified, whereas only 46% of white mainline protestants and 40% of unaffiliated / nones believed so. Among those who felt that torture was rarely or never justifiable, 55% of unaffiliated / nones held this view, whereas 53% of mainline protestants, 47% of white non-hispanic Catholics, and only 33% of white evangelical protestants agreed.
These proportions also correlated with frequency of US church attendance: 54% of those who attended church weekly believed torture was often or sometimes justified as did 51% of those who attended infrequently. Only 42% of those who rarely or never attended church felt that torture was often or sometimes justified.
For more information, visit: http://pewforum.org/docs/?DocID=156.
What Is Education For?
Six myths about the foundations of modern education, and six new principles to replace them
by David Orr

One of the articles in The Learning Revolution (IC#27)Winter 1991, Page 52Copyright (c)1991, 1996 by Context Institute
We are accustomed to thinking of learning as good in and of itself. But as environmental educator David Orr reminds us, our education up till now has in some ways created a monster. This essay is adapted from his commencement address to the graduating class of 1990 at Arkansas College. It prompted many in our office to wonder why such speeches are made at the end, rather than the beginning, of the collegiate experience.
David Orr is the founder of the Meadowcreek Project, an environmental education center in Fox, AR, and is currently on the faculty of Oberlin College in Ohio. Reprinted from Ocean Arks International's excellent quarterly tabloid Annals of Earth, Vol. VIII, No. 2, 1990. Subscriptions $10/year from 10 Shanks Pond Road, Falmouth, MA 02540.

If today is a typical day on planet Earth, we will lose 116 square miles of rainforest, or about an acre a second. We will lose another 72 square miles to encroaching deserts, as a result of human mismanagement and overpopulation. We will lose 40 to 100 species, and no one knows whether the number is 40 or 100. Today the human population will increase by 250,000. And today we will add 2,700 tons of chlorofluorocarbons to the atmosphere and 15 million tons of carbon. Tonight the Earth will be a little hotter, its waters more acidic, and the fabric of life more threadbare.
The truth is that many things on which your future health and prosperity depend are in dire jeopardy: climate stability, the resilience and productivity of natural systems, the beauty of the natural world, and biological diversity.
It is worth noting that this is not the work of ignorant people. It is, rather, largely the result of work by people with BAs, BSs, LLBs, MBAs, and PhDs. Elie Wiesel made a similar point to the Global Forum in Moscow last winter when he said that the designers and perpetrators of the Holocaust were the heirs of Kant and Goethe. In most respects the Germans were the best educated people on Earth, but their education did not serve as an adequate barrier to barbarity. What was wrong with their education? In Wiesel's words: "It emphasized theories instead of values, concepts rather than human beings, abstraction rather than consciousness, answers instead of questions, ideology and efficiency rather than conscience."
The same could be said of the way our education has prepared us to think about the natural world. It is a matter of no small consequence that the only people who have lived sustainably on the planet for any length of time could not read, or, like the Amish, do not make a fetish of reading. My point is simply that education is no guarantee of decency, prudence, or wisdom. More of the same kind of education will only compound our problems. This is not an argument for ignorance, but rather a statement that the worth of education must now be measured against the standards of decency and human survival - the issues now looming so large before us in the decade of the 1990s and beyond. It is not education that will save us, but education of a certain kind.
SANE MEANS, MAD ENDS
What went wrong with contemporary culture and with education? There is some insight in literature: Christopher Marlowe's Faust, who trades his soul for knowledge and power; Mary Shelley's Dr. Frankenstein, who refuses to take responsibility for his creation; Herman Melville's Captain Ahab, who says "All my means are sane, my motive and object mad." In these characters we encounter the essence of the modern drive to dominate nature.
Historically, Francis Bacon's proposed union between knowledge and power foreshadows the contemporary alliance between government, business, and knowledge that has wrought so much mischief. Galileo's separation of the intellect foreshadows the dominance of the analytical mind over that part given to creativity, humor, and wholeness. And in Descartes' epistemology, one finds the roots of the radical separation of self and object. Together these three laid the foundations for modern education, foundations now enshrined in myths we have come to accept without question. Let me suggest six.
First, there is the myth that ignorance is a solvable problem. Ignorance is not a solvable problem, but rather an inescapable part of the human condition. The advance of knowledge always carries with it the advance of some form of ignorance. In 1930, after Thomas Midgely Jr. discovered CFCs, what had previously been a piece of trivial ignorance became a critical, life-threatening gap in the human understanding of the biosphere. No one thought to ask "what does this substance do to what?" until the early 1970s, and by 1990 CFCs had created a general thinning of the ozone layer worldwide. With the discovery of CFCs knowledge increased; but like the circumference of an expanding circle, ignorance grew as well.
A second myth is that with enough knowledge and technology we can manage planet Earth.. "Managing the planet" has a nice a ring to it. It appeals to our fascination with digital readouts, computers, buttons and dials. But the complexity of Earth and its life systems can never be safely managed. The ecology of the top inch of topsoil is still largely unknown, as is its relationship to the larger systems of the biosphere.
What might be managed is us: human desires, economies, politics, and communities. But our attention is caught by those things that avoid the hard choices implied by politics, morality, ethics, and common sense. It makes far better sense to reshape ourselves to fit a finite planet than to attempt to reshape the planet to fit our infinite wants.
A third myth is that knowledge is increasing and by implication human goodness. There is an information explosion going on, by which I mean a rapid increase of data, words, and paper. But this explosion should not be taken for an increase in knowledge and wisdom, which cannot so easily by measured. What can be said truthfully is that some knowledge is increasing while other kinds of knowledge are being lost. David Ehrenfeld has pointed out that biology departments no longer hire faculty in such areas as systematics, taxonomy, or ornithology. In other words, important knowledge is being lost because of the recent overemphasis on molecular biology and genetic engineering, which are more lucrative, but not more important, areas of inquiry. We still lack the the science of land health that Aldo Leopold called for half a century ago.
It is not just knowledge in certain areas that we're losing, but vernacular knowledge as well, by which I mean the knowledge that people have of their places. In the words of Barry Lopez:
"[I am] forced to the realization that something strange, if not dangerous, is afoot. Year by year the number of people with firsthand experience in the land dwindles. Rural populations continue to shift to the cities.... In the wake of this loss of personal and local knowledge, the knowledge from which a real geography is derived, the knowledge on which a country must ultimately stand, has come something hard to define but I think sinister and unsettling."
In the confusion of data with knowledge is a deeper mistake that learning will make us better people. But learning, as Loren Eiseley once said, is endless and "In itself it will never make us ethical [people]." Ultimately, it may be the knowledge of the good that is most threatened by all of our other advances. All things considered, it is possible that we are becoming more ignorant of the things we must know to live well and sustainably on the Earth.
A fourth myth of higher education is that we can adequately restore that which we have dismantled. In the modern curriculum we have fragmented the world into bits and pieces called disciplines and subdisciplines. As a result, after 12 or 16 or 20 years of education, most students graduate without any broad integrated sense of the unity of things. The consequences for their personhood and for the planet are large. For example, we routinely produce economists who lack the most rudimentary knowledge of ecology. This explains why our national accounting systems do not subtract the costs of biotic impoverishment, soil erosion, poisons in the air or water, and resource depletion from gross national product. We add the price of the sale of a bushel of wheat to GNP while forgetting to subtract the three bushels of topsoil lost in its production. As a result of incomplete education, we've fooled ourselves into thinking that we are much richer than we are.
Fifth, there is a myth that the purpose of education is that of giving you the means for upward mobility and success. Thomas Merton once identified this as the "mass production of people literally unfit for anything except to take part in an elaborate and completely artificial charade." When asked to write about his own success, Merton responded by saying that "if it so happened that I had once written a best seller, this was a pure accident, due to inattention and naiveté, and I would take very good care never to do the same again." His advice to students was to "be anything you like, be madmen, drunks, and bastards of every shape and form, but at all costs avoid one thing: success."
The plain fact is that the planet does not need more "successful" people. But it does desperately need more peacemakers, healers, restorers, storytellers, and lovers of every shape and form. It needs people who live well in their places. It needs people of moral courage willing to join the fight to make the world habitable and humane. And these needs have little to do with success as our culture has defined it.
Finally, there is a myth that our culture represents the pinnacle of human achievement: we alone are modern, technological, and developed. This, of course, represents cultural arrogance of the worst sort, and a gross misreading of history and anthropology. Recently this view has taken the form that we won the cold war and that the triumph of capitalism over communism is complete. Communism failed because it produced too little at too high a cost. But capitalism has also failed because it produces too much, shares too little, also at too high a cost to our children and grandchildren. Communism failed as an ascetic morality. Capitalism failed because it destroys morality altogether. This is not the happy world that any number of feckless advertisers and politicians describe. We have built a world of sybaritic wealth for a few and Calcuttan poverty for a growing underclass. At its worst it is a world of crack on the streets, insensate violence, anomie, and the most desperate kind of poverty. The fact is that we live in a disintegrating culture. In the words of Ron Miller, editor of Holistic Review:
"Our culture does not nourish that which is best or noblest in the human spirit. It does not cultivate vision, imagination, or aesthetic or spiritual sensitivity. It does not encourage gentleness, generosity, caring, or compassion. Increasingly in the late 20th Century, the economic-technocratic-statist worldview has become a monstrous destroyer of what is loving and life-affirming in the human soul."
WHAT EDUCATION MUST BE FOR
Measured against the agenda of human survival, how might we rethink education? Let me suggest six principles.
First, all education is environmental education. By what is included or excluded we teach students that they are part of or apart from the natural world. To teach economics, for example, without reference to the laws of thermodynamics or those of ecology is to teach a fundamentally important ecological lesson: that physics and ecology have nothing to do with the economy. That just happens to be dead wrong. The same is true throughout all of the curriculum.
A second principle comes from the Greek concept of paideia. The goal of education is not mastery of subject matter, but of one's person. Subject matter is simply the tool. Much as one would use a hammer and chisel to carve a block of marble, one uses ideas and knowledge to forge one's own personhood. For the most part we labor under a confusion of ends and means, thinking that the goal of education is to stuff all kinds of facts, techniques, methods, and information into the student's mind, regardless of how and with what effect it will be used. The Greeks knew better.
Third, I would like to propose that knowledge carries with it the responsibility to see that it is well used in the world. The results of a great deal of contemporary research bear resemblance to those foreshadowed by Mary Shelley: monsters of technology and its byproducts for which no one takes responsibility or is even expected to take responsibility. Whose responsibility is Love Canal? Chernobyl? Ozone depletion? The Valdez oil spill? Each of these tragedies were possible because of knowledge created for which no one was ultimately responsible. This may finally come to be seen for what I think it is: a problem of scale. Knowledge of how to do vast and risky things has far outrun our ability to use it responsibly. Some of it cannot be used responsibly, which is to say safely and to consistently good purposes.
Fourth, we cannot say that we know something until we understand the effects of this knowledge on real people and their communities. I grew up near Youngstown, Ohio, which was largely destroyed by corporate decisions to "disinvest" in the economy of the region. In this case MBAs, educated in the tools of leveraged buyouts, tax breaks, and capital mobility have done what no invading army could do: they destroyed an American city with total impunity on behalf of something called the "bottom line." But the bottom line for society includes other costs, those of unemployment, crime, higher divorce rates, alcoholism, child abuse, lost savings, and wrecked lives. In this instance what was taught in the business schools and economics departments did not include the value of good communities or the human costs of a narrow destructive economic rationality that valued efficiency and economic abstractions above people and community.
My fifth principle follows and is drawn from William Blake. It has to do with the importance of "minute particulars" and the power of examples over words. Students hear about global responsibility while being educated in institutions that often invest their financial weight in the most irresponsible things. The lessons being taught are those of hypocrisy and ultimately despair. Students learn, without anyone ever saying it, that they are helpless to overcome the frightening gap between ideals and reality. What is desperately needed are faculty and administrators who provide role models of integrity, care, thoughtfulness, and institutions that are capable of embodying ideals wholly and completely in all of their operations.
Finally, I would like to propose that the way learning occurs is as important as the content of particular courses. Process is important for learning. Courses taught as lecture courses tend to induce passivity. Indoor classes create the illusion that learning only occurs inside four walls isolated from what students call without apparent irony the "real world." Dissecting frogs in biology classes teaches lessons about nature that no one would verbally profess. Campus architecture is crystallized pedagogy that often reinforces passivity, monologue, domination, and artificiality. My point is simply that students are being taught in various and subtle ways beyond the content of courses.
AN ASSIGNMENT FOR THE CAMPUS
If education is to be measured against the standard of sustainability, what can be done? I would like to make four propsals. First, I would like to propose that you engage in a campus-wide dialogue about the way you conduct your business as educators. Does four years here make your graduates better planetary citizens or does it make them, in Wendell Berry's words, "itinerant professional vandals"? Does this college contribute to the development of a sustainable regional economy or, in the name of efficiency, to the processes of destruction?
My second suggestion is to examine resource flows on this campus: food, energy, water, materials, and waste. Faculty and students should together study the wells, mines, farms, feedlots, and forests that supply the campus as well as the dumps where you send your waste. Collectively, begin a process of finding ways to shift the buying power of this institution to support better alternatives that do less environmental damage, lower carbon dioxide emissions, reduce use of toxic substances, promote energy efficiency and the use of solar energy, help to build a sustainable regional economy, cut long-term costs, and provide an example to other institutions. The results of these studies should be woven into the curriculum as interdisplinary courses, seminars, lectures, and research. No student should graduate without understanding how to analyze resource flows and without the opportunity to participate in the creation of real solutions to real problems.
Third, reexamaine how your endowment works. Is it invested according to the Valdez principles? Is it invested in companies doing responsible things that the world needs? Can some part of it be invested locally to help leverage energy efficiency and the evolution of a sustainable economy throughout the region?
Finally, I propose that you set a goal of ecological literacy for all of your students. No student should graduate from this or any other educational institution without a basic comprehension of:
the laws of thermodynamics
the basic principles of ecology
carrying capacity
energetics
least-cost, end-use analysis
how to live well in a place
limits of technology
appropriate scale
sustainable agriculture and forestry
steady-state economics
environmental ethics
Do graduates of this college, in Aldo Leopold's words, know that "they are only cogs in an ecological mechanism such that, if they will work with that mechanism, their mental wealth and material wealth can expand indefinitely (and) if they refuse to work with it, it will ultimately grind them to dust." Leopold asked: "If education does not teach us these things, then what is education for?"

A desconexão de hábitats e o declínio global de anfíbios
De um lado, o topo dos morros da Mata Atlântica, com suas florestas que servem de moradia para diversas espécies de anfíbios (sapos, rãs e pererecas). Do outro, os vales, com seus rios, lagoas e lagos, que são um ambiente favorável para esses animais se reproduzirem. E entre esses dois ambientes, surge uma “desconexão”: áreas desmatadas, pastagens e plantações que deixam as populações de anfíbios vulneráveis, podendo até levar à extinção de algumas espécies menos resistentes, durante as viagens obrigatórias para a reprodução.
Essa hipótese — desconexão de habitats — é a explicação proposta pelos pesquisadores Carlos Guilherme Becker (Unicamp), Carlos Roberto Fonseca (UNISINOS), Célio Haddad (UNESP), Rômulo Batista (Unicamp, SDS-AM) e Paulo Inácio Prado (USP) para o problema do declínio global dos anfíbios.
Esse problema começou a ser percebido pelos cientistas a partir das décadas de 1980/1990 em todo o mundo. A idéia dos cientistas brasileiros foi bem aceita na comunidade científica. Em Dezembro último, a Revista Science publicou um artigo desses pesquisadores.
“Muitos animais adultos morrem antes de se reproduzirem. E os filhotes morrem antes de conseguirem chegar às matas”, afirma o professor Paulo Inácio Prado, do Instituto de Biociências da USP.
Ele explica que, quanto maior for a desconexão entre os cursos d’água e o topo das matas, maior será a redução da riqueza de espécies de anfíbios locais. “Além disso, as espécies que dependem de rios, lagos e lagoas para se reproduzirem sofrem mais do que aqueles anfíbios que não são tão dependentes dos cursos d’água para reprodução.”
Segundo Prado, várias hipóteses já haviam sido levantadas para explicar o fenômeno do declínio global de anfíbios: a ação de agrotóxicos, de poluentes, do desmatamento e até o buraco na camada de ozônio (que prejudicaria a sensível pele desses animais).
A hipótese da desconexão de habitats começou com a pesquisa realizada por Carlos Guilherme Becker, na Unicamp. O mestrado, realizado entre 2005 e 2006 (defesa em 2007), foi feito na região rural de São Luis do Paraitinga (cidade do Vale do Paraíba a 171 km a Leste da Capital paulista). Becker montou armadilhas entre o topo das matas e o vale dos rios, o que comprovou que de fato ocorria a migração de anfíbios entre aqueles habitats.
Prado, Becker e Fonseca decidiram levar os dados para análise do professor Célio Haddad (UNESP, Rio Claro), reconhecido especialista em anfíbios. “Segundo o professor Haddad, aquelas conclusões eram bastante plausíveis e inovadoras, pois nunca havia sido feita uma pesquisa semelhante”, conta Prado. O professor Haddad realizou o inventário de 12 trabalhos de anfíbios na Mata Atlântica, abrangendo desde áreas fragmentadas, como São Luis do Paraitinga, até locais com extensa cobertura florestal, como a Reserva de Boracéia. Foi a partir daí que o artigo enviado à Revista Science foi tomando forma.
O professor Prado explica que os anfíbios têm um importante papel nos ecossistemas. Eles tanto exercem o papel de predadores de insetos e de outros invertebrados, como também fazem parte da alimentação de uma série de outros animais.
No aspecto aplicado, há também um grande potencial farmacêutico, por meio do uso de algumas substâncias encontradas em sua pele e órgãos.
Outro dado interessante apontado pelo professor Prado é que anfíbios são um dos grupos de vertebrados mais diversificados. “No Brasil, existem cerca de 550 espécies de mamíferos (5 mil no mundo). Já em relação aos anfíbios, são cerca de 700 no Brasil (6 mil no mundo). Um terço de todas as espécies está sob algum tipo de ameaça”, conclui.
As pesquisas reuniram pesquisadores dos projetos “Biodiversidade e Processos Sociais em São Luiz do Paraitinga” e “Diversidade de Anfíbios Anuros do Estado de São Paulo”, ambos do Projeto Biota-FAPESP. Também contou com o apoio do Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq) e da Universidade Vale dos Sinos (UNISINOS-RS).
Por: Valéria Dias Jornalista da Agência USP
Fonte: Revista Eco 21




Insetos: Sumiço de abelhas e o caos no trânsito
O que tem a ver o recente sumiço das abelhas em várias partes do mundo com os imensos congestionamentos que infernizam a vida dos cidadãos das grandes cidades? Mais do que parece. O caos do trânsito, resultado da primazia do transporte individual, tem dramáticos efeitos sobre o tempo e a saúde das pessoas. Ao lado da emissão de gases e toxinas industriais, a poluição do ar por veículos é variável crítica tanto do aquecimento global e dos efeitos no clima como de doenças.

A British Air Foundation conduziu pesquisas provando que bastam seis horas pedalando no tráfego intenso para causar danos aos vasos sangüíneos, tornando-os menos flexíveis, reduzindo proteínas que previnem coágulos e favorecendo riscos cardíacos.

O Laboratório de Poluição Atmosférica da USP estima que a poluição ambiental encurte em média dois anos da vida do paulistano.

O índice de abortos também aumenta, porque o fluxo arterial na placenta diminui; e há suspeitas de efeitos severos na fertilidade. Dados do banco de sêmen do hospital Albert Einstein confirmam que a concentração de espermatozóides no sêmen dos paulistanos caiu significativamente nos últimos dez anos. Entre as hipóteses estão poluição, excessivo consumo de produtos industrializados, estresse, medicamentos, produtos para queda de cabelo, exposição à radiação, substâncias tóxicas dos plásticos de embalagem, pesticidas e outros venenos da vida moderna.

"São coisas que as pessoas vão incorporando em sua dieta e fazem um estrago tremendo nas mitocôndrias e no DNA, causando não só a morte celular como também danos à motilidade e à morfologia", afirma Dirceu Mendes Pereira, da Sociedade Brasileira de Reprodução Humana. Porém, o século 21 ficará conhecido como a era do automóvel popular.

Carros de US$ 6.000, produzidos no padrão chinês, abarrotarão o mundo e farão crescer a degradação ambiental gerada ao fabricá-los e usá-los. Logo agora, quando questões vitais relativas ao clima e à saúde humana exigiriam o abandono radical do transporte individual em benefício do coletivo.

Mas, como convencer o cidadão chinês, indiano ou brasileiro de que a festa vai acabar justo quando ela chega à sua porta? Ou as grandes corporações globais, que já fazem os cálculos dos lucros em grande escala propiciados por essa nova fronteira de acumulação no "mercado dos pobres"?

Mas o que têm abelhas com isso? Muito. No último outono do hemisfério Norte, elas deram para desaparecer. O mesmo fenômeno foi notado em vários países, inclusive no Brasil, causando perplexidade entre cientistas, apicultores, que chegaram a perder 50% de suas colméias, e ecologistas, todos alarmados com os danos ao ambiente e à agricultura se uma crise permanente ocorrer.

Afinal, abelhas são os grandes polinizadores naturais que viabilizam a formação de frutos e sementes. Cientistas da Universidade Harvard fazem hipóteses que incluem intoxicação por inseticidas, infecções por vírus e até radiação de telefones celulares.

Quanto aos pesticidas, há inúmeras tragédias humanas que alguns já causaram. Por que não atingiriam as abelhas? Nos anos 1970-80, utilizados nos bananeirais da América Central, esterilizaram 30 mil homens.

Na ilha de Kyushu, no Japão, milhares de pessoas que consumiram óleo de arroz contaminado por dibromo cloropropano ficaram doentes e 112 morreram de intoxicação aguda, câncer e outras afecções; seus filhos herdaram distúrbios imunológicos e do desenvolvimento.

A OMS estimou em 3 milhões o número de casos de contaminação desse tipo no mundo. Resíduos tóxicos como metais pesados são encontrados em animais das regiões mais distantes do mundo, numa poluição sistêmica global que atinge vegetais e humanos.

Quanto às ondas magnéticas, o planeta se tornou um imenso emissor delas, produto das múltiplas transmissões de rádio, TV, celular e radar, cujas conseqüências exatas sobre o meio ambiente e a saúde humana estamos longe de conhecer.

Basta imaginar a brutal quantidade de emissão de ondas que poluem o espaço para que funcionem os 2 bilhões de celulares que abarrotam nosso globo. É razoável supor que afetem as abelhas?

Aprendiz de feiticeiro, nossa civilização só desperta para os perigos de seus caminhos tecnológicos quando tragédias acontecem. O sumiço temporário das abelhas pode ser mais um grave sintoma para que fiquemos em estado de alerta.


Autoria: Gilberto Dupas, 64, é presidente do Instituto de Estudos Econômicos e Internacionais (IEEI) e coordenador-geral do Grupo de Conjuntura Internacional da USP. É autor de "O Mito do Progresso", entre outras obras.




quinta-feira, maio 07, 2009

Los niños necesitan naturaleza
Para crecer de manera armoniosa, estar sanos y adquirir auténtica conciencia ecológica, hace falta que los niños puedan jugar y vivir en contacto con la naturaleza.
Por Claudina Navarro y Manuel Núñez
Debemos tomar medidas para conservar la naturaleza que nos queda y no dejar un planeta desastrado e insalubre a las próximas generaciones. Es un argumento que se utiliza con frecuencia para promover los comportamientos responsables desde el punto de vista ambiental. Sin embargo, raramente nos preguntamos cómo será la relación de las futuras generaciones con la naturaleza. ¿La maltratarán, como lo han hecho las cuatro últimas, o la respetarán y amarán? Seguramente dependerá de cuán fuerte sea el vínculo que establezcan con el medio natural durante su infancia.
Si permitimos que los niños crezcan en contacto íntimo con la naturaleza, su bienestar y el del planeta están casi garantizados. No es una idea romántica, sino una conclusión basada en conocimientos pedagógicos y psicológicos. Los niños forman su visión del mundo de una forma completamente diferente a los adultos. Necesitan que el tipo de entorno y los estímulos se correspondan con sus fases de desarrollo, intereses, habilidades y modos personales de aprendizaje. Porque los niños son por naturaleza aprendices activos, investigadores. Nada más erróneo que mantenerlos atados a un pupitre, dentro de un espacio cerrado, para que escuchen las lecciones del profesor. Aprenden más y mejor cuando tienen la posibilidad de interactuar y adquirir conocimientos llevados por su curiosidad, sus juegos y su lógica.
“Los niños tienen sus propios modos de ver, pensar y sentir y no hay nada más loco que intentar sustituir los suyos por los nuestros”, escribió Jean Jacques Rousseau. El psicólogo de la Universidad de Harvard Howard Gardner afirma que la autoeducación al aire libre produce “conocimiento conectado” que forma parte de la vida. En relación con la educación ambiental, ésta sólo puede tener lugar en entornos naturales informales, donde los niños tengan la posibilidad de aventurarse y realizar sus propios hallazgos sin intermediarios.

Un mundo por descubrir
Adultos y niños están en la naturaleza de manera diferente. Para los primeros, en general, la naturaleza es el fondo visual de las actividades que están realizando en ella. Para los niños, no es sólo un marco, es una fuente de estímulos y un territorio a descubrir. Les ofrece una experiencia sensorial completa e insustituible a través del tacto, el olor, los sonidos y las imágenes, que impactan sobre su imaginación y sus emociones.
Los niños conservan una tendencia biológica, instintiva, a establecer un vínculo con el mundo natural, donde encuentran una serie de cualidades únicas y que no se hallan en otros entornos. Según Randy White, experto en aprendizaje en entornos naturales, estas cualidades son: una diversidad sin fin; una realidad que no ha sido creada por el ser humano; la sensación de atemporalidad (experimentan los mismos paisajes, árboles y ríos que aparecen en el mundo mítico de los cuentos); y ser el hogar de los animales libres. Mientras que muchos adultos se encuentran incómodos en la naturaleza, como sacados de su “natural” medio artificial, los niños sienten una inclinación institinva hacia la naturaleza –biofilia– y necesitan oportunidades para aprender y crecer en ella, sobre todo en los primeros años de vida para sentirse seguros y cómodos, y para que se establezca un vínculo afectivo con los seres vivos.
El concepto biofilia fue utilizado por primera vez por el psicólogo Erich Fromm para describir la atracción hacia todo aquello que está vivo. El reconocido biólogo Edward O. Wilson lo emplea para referirse a la búsqueda subconsciente de conexiones con el resto de las especies.
Si la biofilia parece haberse extinguido en muchos adultos, en los niños exhibe su máxima potencia. Expresarla es importante para su desarrollo armonioso y también para el futuro del planeta, pues la deficiencia de contacto con la naturaleza puede traducirse en una “biofobia” que se caracteriza por una ausencia de empatía para con los demás seres vivos y por el tratamiento de la naturaleza como una mera fuente de recursos materiales.
En las escuelas existen actualmente planes de educación ambiental, pero tienen poco que ver con la formación de la biofilia. Están diseñados desde una perspectiva adulta. Adolecen de exceso de abstracción y proporcionan informaciones irrelevantes para los pequeños. Apenas tienen en cuenta que no adquieren la capacidad plena de razonamiento abstracto hasta los nueve años. No tiene mucho sentido enseñarles las consecuencias de procesoso complejos como la destrucción forestal, la lluvia ácida, el agujero de ozono o la captura de ballenas. Cuando se pide a los niños que entiendan problemas que están más allá de sus habilidades cognitivas y de su control, pueden reaccionar con ansiedad y aversión a esos temas.

El cultivo de la empatía
John Burroughs sostiene que primero hay que cultivar el amor, y sobre esta emoción, el conocimiento intelectual. Entre los tres y los siete años, el niño descubre lo que ha sido definido como el “ego ecopsicológico” o percepción armoniosa del yo en relación con el mundo natural. Gracias a que el ser humano ha evolucionado formando parte de la naturaleza, todos nacemos genéticamente capacitados para desarrollar un vínculo afectivo y psicológico con ella. En los niños esto se manifiesta como tendencia innata a la biofilia.
El objetivo principal en esta etapa es desarrollar el la empatía del niño hacia el mundo natural. Una de las maneras más eficaces de conseguirlo es cultivar las relaciones con los animales, sean domésticos, silvestres o imaginados. Un hecho poco conocido y demostrado a través de estudios es que los animales protagonizan el 90 por ciento de los sueños en los niños menores de seis años, lo que revela su especial vinculación. Los creadores de cuentos de todos los tiempos y culturas se han dado cuenta del fenómeno y recurren a los animales como protagonistas de las narraciones.
El contacto con los animales es, bajo la vigilancia de los adultos, una escuela de educación emocional. Es normal que los niños hablen con los animales y que los traten con cautela y respeto. Los niños sienten una cercanía especial con las crías, que les despiertan sentimientos de ternura e instinto de protección.
Los animales más adecuados para la relación temprana son los que viven en el entorno cercano del niño. Gatos, perros y especies de granja satisfacen la necesidad infantil de contacto. A otro nivel, también son apropiadas las fábulas, las canciones, el teatro con personajes animales y experiencias similares. La humanización de los animales no es un inconveniente en esta etapa.

Edad de exploraciones
De los ocho a los once años transcurre la etapa de las exploraciones. Los niños deben tener acceso a áreas silvestres y semisilvestres en los alrededores de su lugar de residencia. Las actividades apropiadas incluyen la creación de pequeños mundos imaginarios, “cazar” (pequeños insectos, que luego devuelven a la libertad, por ejemplo), “recolectar” (piedras, conchas marinas, etc), buscar tesoros, seguir caminos, cuidar un huerto o un jardín, encontrar o construir escondrijos.
Los espacios de juego con plantas bien integradas –no segregadas o aisladas en islas y parterres, como prefieren los urbanistas amantes de plazas y parques tan limpios como duros y fríos– son también adecuados para los pequeños exploradores. Las instalaciones educativas también debieran contar con lugares ricos en especies vegetales y animales, pero por desgracia el objetivo de los patios y campos de deporte es que los niños quemen su exceso de “energía” para que vuelvan tranquilos a las aulas. El juego al aire libre aún es visto como una actividad secundaria cuando en realidad resulta esencial para el aprendizaje y el desarrollo.
Entre los doce y los quince años, los preadolescentes maduran sus habilidades sociales. Empiezan a interesarse por los grandes problemas de tipo político y desean hacer todo lo posible para mejorar su entorno. Lo más adecuado es que utilicen esta energía positiva en su entorno cercano, donde podrán comprobar la eficacia de sus acciones. El contacto con el medio natural no sólo hace posible el vinculo afectivo con el entorno, sino que favorece el equilibrio psicológico y la salud física.
Existe una abundante literatura científica que describe los efectos positivos del contacto con la naturaleza. Se ha demostrado, por ejemplo, que los niños que sufren trastornos de la concentración e hiperactividad –cuya incidencia está aumentando– mejoran después de las salidas al campo. En general, los niños del medio rural obtienen mejores resultados en los tests que miden la capacidad de concentración y la autodisciplina. Muestran también mejor coordinación física, equilibrio y agilidad. Sus juegos son más diversos e imaginativos que los de los urbanitas. Poseen más habilidad para divertirse y colaborar en grupo, y enferman con menos frecuencia.
El contacto con medios naturales mejora las habilidades cognitivas, agudizando especialmente la capacidad de observación y de razonamiento. También tiene efectos positivos sobre la psicología profunda. Según el pedagogo William Crain, los niños, en medio de la naturaleza, adquieren paz interior, refuerzan sus sentimientos positivos hacia las demás personas y experimentan la sensación de formar parte armoniosa del mundo. El impacto de lo natural ayuda a desarrolla la curiosidad, la autonomía personal, el autoaprendizaje durante toda la vida y la capacidad de apreciar lo extraordinario.

Cada día más lejos
Durante 120.000 años, niños y adultos vivieron en contacto íntimo con los bosques, los ríos, el mar, la sabana y las montañas. Pero la invención de la agricultura propició la aparición de ciudades y de una clase dirigente alejada de la naturaleza. A lo largo de los siglos posteriores, las personas se han autorrecluido progresivamente en las ciudades. La crisis ambiental planetaria, caracterizada por la contaminación, el cambio climático y la desaparición de ecosistemas y especies ha crecido al mismo tiempo que los niños dejaban de jugar al aire libre.
Hasta no hace mucho, los chicos tenían acceso libre a parques, descampados, arroyos y límites entre el campo y la ciudad, con poca o ninguna restricción. Podían encontrarse chicos de edades similares e interactuar con el medio. Cualquier oportunidad de acercarse a la vida silvestre, fuera un gran árbol o un charco con renacuajos, era aprovechada. Actualmente viven controlados en todo momento, y constreñidos entre paredes y vallas. Han visto reducido su territorio y su libertad, de manera que la infancia se ha convertido en una especie de prisión donde los niños están desconectados del entorno natural.
La cultura del miedo se ha apoderado de los padres y los niños ya no pueden moverse ajenos a su mirada vigilante. Según las encuestas, el 80 por ciento de los padres con hijos de tres a doce años tienen miedo a los secuestros, la violencia y los accidentes, y por todo ello no les permiten jugar solos en espacios abiertos. Incluso el miedo a los rayos solares y a las picaduras de insectos sirven como argumento para mantener a los niños en sitios cerrados. Como consecuencia, en lugar de tiempo y lugares para explorar, los niños poseen una agenda cada vez más repleta de actividades organizadas por los adultos.
El escritor y periodista Richard Louv, interesado en cómo serán los niños del futuro, ha entrevistado a jóvenes, padres, asociaciones y educadores y ha concluido que los niños pasan cada vez menos tiempo cerca de la tierra, las plantas y los animales. No obstante, están cada vez más preocupados por la extinción de las especies y otros problemas ecológicos. Pero cuando se les pregunta dónde prefieren jugar, muchos responden que en casa, cerca de los enchufes donde pueden conectar sus consolas y ordenadores.
Todo esto presagia un futuro de personas comprometidas con las causas ambientales, pero que no conocerán de primera mano los medios naturales y que actuarán a través de internet y los medios de comunicación. Es decir, se producirá una sustitución de lo real por lo virtual. Los documentales televisivos o las campañas de internet harán pensar a los niños y a la sociedad que la naturaleza es algo exótico, lejano e imposible de experimentar, cuando en realidad nos rodea por todas partes.
Expertos en psicología y pedagogía han descrito este proceso de alejamiento de la naturaleza y sus consecuencias. Robert Michael Pyle habla de una “extinción de la experiencia natural” que lleva a la indiferencia hacia los problemas ambientales y al malestar psicológico. Stephen R. Kellert, de la Universidad de Yale (Estados Unidos) y coautor de Children and Nature (Niños y naturaleza), afirma que la sociedad ha devenido tan ajena a sus orígenes que ya no puede reconocer que su madurez intelectual y psicológica depende de una apropiada experiencia de la naturaleza.
Los niños que crecen con una carencia de contacto con entornos naturales acaban percibiéndose como individuos separados del mundo natural y ésta se valora como algo que está ahí para ser utilizado y dominado, en lugar de amado y preservado. No sólo son indiferentes hacia la naturaleza, sino que desarrollan temor y disgusto en los espacios naturales, lejos de las cosas creadas por las personas. Los problemas ambientales no son los que más les preocupan y en lugar de afecto por animales y plantas es fácil que tengan predilección por las cosas, lo que les lleva hacia el consumismo y la acaparación.

El papel de padres y colegios
Para contrarrestar la inercia social negativa, padres y centros educativos se están esforzando por reparar los lazos entre los niños y la naturaleza. En varios países se están desarrollando programas específicos que trascienden la educación ambiental típica sobre asuntos como el reciclaje o la conservación de los ecosistemas.
En el Reino Unido, por ejemplo, existe desde los años ochenta el programa Aprendiendo a Través de los Paisajes, cuyo objetivo va encaminado a hacer más verdes los espacios al aire libre de todos los colegios del país. Proyectos similares son Evergreen, en Canadá, Learnscapes, en Australia, o Skolans Uterum, en Suecia. Varios estudios muestran que estos proyectos mejoran además el comportamiento de los chicos, los niveles de lectura y escritura así como la adquisición de conocimientos en matemáticas o ciencias sociales. Los proyectos sociales, junto con la voluntad de las familias, permiten unir a los niños con la naturaleza.

sexta-feira, maio 01, 2009


Mais um poema candidato a “clássico” da poesia libertária/revolucionária/ecologista/luddita/ateia/iconoclasta..... A porra é que, se alguém se molestar em o ler (o que é duvidoso), o mais provável que não o entenda, podendo até acusar-me de ser mais hermético, obscuro e pedante do que Heráclito (de Éfeso). Por outro lado, parece-me um mau gosto algo castrante (com respeito à interpretação criativa e idiossincrática dos leitores) encher poemas de asteriscos e notas de rodapé.

Apesar de ser quase certo que ele vai achar este poema uma merda, quero dedicá-lo ao Júlio Henriques – a pessoa mais inteligente, culta, literata, idealista, generosa, cordial, gentil e leal [de] que eu já tive o privilégio de ser amigo. Bem haja!










Excursão de vegetarianos ao matadouro


Na submissão, as fomes expandem-se
Pelos territórios consagrados ao amor.
Por falta de apelos de outras bocas,
Os lábios recolhem-se para o interior das suas cavernas
(E o amor não correspondido é um desperdício?)


Na charada insolvível do infinito
(que aborrece a primeva angústia de morte),
Truques de logomaquia conjurando as trevas
Que nos suga para o passado mais recenado,
Na contagiante vilania do exército de cegos
Que carrega o andor do deus otiosus
- divertindo-se com as nossas desgraças...
Escravos dos escravos mecânicos,
Marcham rumo ao final sem juízo.
Achando que assim cantam melhor,
Há quem fure os olhos aos canários...

Ergue a cabeça! Até os olhos enfrentarem o céu,
Com destemor de chorar pelo leite derramado
Sobre a espinha dorsal da noite.
De lá não vêm juízos nem punições;
Tampouco revelações da Alethéia.
Com os pés na Terra, imuniza-te
Contra o sobrenatural
E contra o desespero
Da orfandade cósmica.

O reflexo míope das estrelas
Nas águas que me serviram de berço.
Como o sulco dos passos erráticos numa jaula,
Erodiram-se as margens do rio que seria a minha fuga.
- Mas não me deixarei escoar pelo ralo do matadouro!
Por aí foi esvaziada a espiritualidade
Dos vossos ritos que oprimem
Por não passarem de propaganda política
Pretendendo justificar assimetrias sociais.

Que notícias chegam da finisterra?
Não me falem de crendice supersticiosa;
Sou crescidinho e livre para saber o essencial!
A bíblia nem para limpar o cu serve!
O mesmo vale os outros textos “sagrados”
Que exigem leituras de joelhos.
Até a “teologia da libertação” é um paradoxo.
Chamemos à pedra os patriarcas e os profetas.
Os mortos ainda cagam demasiadas sentenças.



A epistemologia jogada pela janela,
Enquanto forjam contextos históricos
Para os mitos que nos apascentam
- que história mal contada!
A Cartilha que nos impõem
O que esconde essa preocupação pelas fachadas?!...
Refugiados dos cultos que nos furtaram a pureza,
Negando-nos até a animalidade e a racionalidade
- O que faz de nós humanos.


As árvores cansadas de sonhar,
Arreiam as suas nemorosas almas
Com as entranhas espalhadas ao sol
(que presságios lês nelas?...)
- Eu saúdo essas velhas amigas.
Desejo que os meus ideais se traduzam em paz.
Embalar-te-ia com as suas melodias
(marca o ritmo o coração do teu filho por nascer)
Poderiam silenciar a indignação que destila revoltas?

Dialoga com a dor e vê
A vida que se precipita
Pela ferida na árvore
Que o raio visitou.
Não é um sumidouro de demónios
(excepto para os que cultivam o ódio...)



As memórias da selva esfumam-se...
Para a Terra, maior tormento que a seca é a cerca...
A inocência do verde range na queda,
Como a apostasia de Caburé
(dos Tentera)
- O sangue corre em epidemia
Como o cimento e o alcatrão que nos cobre.
O derradeiro projecto de domesticação:
Quando o sobrepovoado casa com o desumanizado


Festeja-se cada chegada dos petroleiros aos portos
Seguros de que as marés negras ascenderão ao céu.
As belugas são manejadas como lixo tóxico
E as mamas das nossas mães são agora tubos de escape
- já não sei o que dar de comer às crianças!

A cinza do mundo transformado pelas fábricas;
Nos seus subprodutos os pintores vasculham novas cores,
A fim de nos deslumbrarem com naturezas mortas.

As metástases no meu cérebro, na minha vida,
São a hidra industrial que nem João de Patmos imaginou.
O alento do capital no abraço do afogado.
Compramos indulgências à tecnologia,
Cujas soluções sempre se revelam problemas
- Abrindo novos mercados na esteira da destruição


Capital especulativo: economia de casino; império corporativo...
Quem te explora nunca te olhará nos olhos.
O dinheiro é apenas um símbolo de poder
Que despeia a nossa cobiça
E destampa o esgoto seminal;
Apreço pela vida versus a vida a preço
Se classificas como panfletário o meu protesto,
Ficas moralmente escusado de o ouvir?!

Quero descansar naquela praia de sonho ,
Sabendo que apenas Ouroboros lá se bronzeia
(O clichê do sangue nos rastos...)
Os turistas refastelam-se sobre o genocídio dos indígenas;
Pagam para esquecer a escravidão assalariada
- Agora é o tabu da Ágora ;
Nem a ferros o pare a maiêutica!

O tripalium e o Estado não conseguiram extinguir
O encantamento radical que cultivo desde criança.
Assim, não errarei os meus caminhos
Rumo ao nada...onde tudo deságua
A fim de consumar a comunhão com o cosmos.
- Que não tem planos especiais para nós,
Assim como não os tem a evolução
Na terrivelmente maravilhosa aventura da VIDA



O Gênesis constrói-se com a teoria das catástrofes.
Big Bang, a última parada
Para o expresso do da ciência
- Apresse-se a reservar um leito de prostituta
Inaugurado no estupro da natureza!...
Os deuses apeiam-se na dúvida
De quem os criou
A credulidade dá-lhes poder
Dispenso tal companhia
(até dos que fazem das árvores morada
- E não existem templos mais sagrados!)

A casa das musas está silenciosa;
Amontoa-se poeira sobre os espólios;
Arrependimentos da guerra contra Gaia.
Só restam cadáveres impedidos de apodrecer
E pedras que ainda encantam,
Mesmo já não sendo porta-jóias
Das fontes de calor e do orvalho.
O mundo virtual em breve nos formatará...

A sofisticação é o que nos torna artificiais.
Da caravela ao foguetão, aplaude até Gedeão.
As consciência suprimidas pela doutrina
Que cria mercenários de bata e de gravata.
Vê-os mercadejar a nossa sobrevivência;
Brincando aos aprendizes de feiticeiro,
Rearranjam o abecedário dos genes
E falsificam as suas chaves-mestra.
O deus ex-machina dorme num cofre de banco...

Não te ajudarei a procurar o telecomando da telomerase.
Acho que a imortalidade atenta contra a qualidade.
Vai emular o fungo da levedura,
Que eu encontrarei uma mulher receptiva


Menestréis vagam pelas estradas
Cantando o medo dos que os condenam
- alguns têm visões de psicopompos ao crepúsculo
Aquele vagabundo baptizou as mãos numa cloaca.
Ele as chamou de resistência e de resiliência
Uma comeu-a um cão da polícia;
Com a outra aprendeu a escrever versos de amor.
(Com qual delas esmolava?
Com qual delas se masturbava?...)



O fantasma da culpa não se expia
Nos ciclos de vingança dos sectários
- Que desistem da vida para celebrar utopias
Onde não se admitem vozes dissidentes.
Os Cérberos que guardam essa “moral divina”
Chegam ao êxtase fantasiando com hereges
Submetidos aos seus julgamentos por ordálio,
Certos de que penarão para todo o sempre
Por serem títeres na peça escrita no trono celeste...


A canção de deus num campo de batalha.
Cada facção delira na supremacia
De serem os maiores inimigos de si mesmos
Moldado pelas preces dos que me precederam,
Prefiro a companhia de Diógenes
(coçando a barriga)



Sabes como poderei encontrar a minha tribo?!
(Ah, sei, preferes vender-me uma boa armadura...)
Já desisti do projecto alternativo de comunidade?
Só (,) procuro um lugar no verde,
Onde não tenha que visitar sepulcros
Dos que me traíram nem daquilo que fui.
A Primavera não tem a nostalgia da perfeição.
Mas não suporta o silêncio nos campos...
- O desafio espiritual é o maior à nossa frente!

XANDO