segunda-feira, maio 25, 2009


O Estudo de Pesquisas Energéticas (EPE), que é notoriamente permeável ao lóbi da energia nuclear, recentemente concluiu que o Brasil necessita de mais 4 reactores nucleares. O reletário foi entregue ao ministro (Minas e Energia) Edson Lobão – que foi logo declarar para os média que o Brasil vai construir mais 60 usinas nucleares!!...
Há 3 décadas a centaral nuclear de Angra I foi impingida pelos alemães. Agora Sarcozy fez um acordo com Lula para que o Brasil construa submarinos nucleares com tecnologia francesa. A propósito, aqui transcrevo uma pérola que encontrei na revista “Leituras da História” (ano II, n°19, 2009). O jornalista Rodrigo Gallo, entrevistando o cientista social Ricardo Corrêa Coelho, refere-se à proximidade cultural entre brasileiros e franceses (para os brasileiros, 2009 é considerado o ano da França) nos seguintes termos: “(...) Dessa parceria devem surgir bons resultados para nós (brasileiros) sobretudo do ponto de vista da tecnologia nuclear. O primeiro passo foi a aasinatura de um acordo, em Dez. último, que prevê a construção de submarinos de propulsão nuclear por aqui, uma espécie de intercâmbio de informações bélicas.” E viva a indústria da guerra e de todos os desastres – que ricos mercados!!...

Nucleares, ¿otra vez?
Con la excusa de reducir las emisiones de CO2, algunos gobiernos parecen apostar ahora por las nucleares de tercera generación. Pero, ¿el átomo es realmente viable?
Texto Rafael Carrasco
Este mismo invierno, Francia daba luz verde a la construcción en Penly (Normandía) de un reactor nuclear EPR (European Pressurized Reactor), también conocido como “reactor avanzado” o “de tercera generación”. La compañía estatal gala encargada del proyecto, Areva, ya estaba construyendo uno de estos reactores de gran tamaño en Flamanville, también en tierras normandas, y otro más en Olkiluoto (Finlandia). Y, según anuncia el sector nuclear, esto es sólo el principio del renacer nuclear en todo el mundo. Parece que Chernóbil y los costes desorbitados son cosa del pasado. Ahora toca producir la energía que precisan las naciones en vías de desarrollo y luchar eficazmente contra el cambio climático con plantas energéticas que apenas producen CO2.Francia, el país más nuclearizado del planeta y donde lo nuclear es definido como “orgullo nacional”, es el gran animador de esta rentrée del átomo. Casi toda su electricidad procede de sus 59 centrales nucleares y, además, vende excedentes de kilovatios a España, Portugal, Italia, Suiza, Alemania, Bélgica y otros vecinos. De hecho, podría vender a muchos países más si hubiese redes de transporte adecuadas, porque su gigantesco parque nuclear da para eso y mucho más.Realmente, no era necesario construir más centrales nucleares en el país vecino, pero dado que el reactor EPR es tecnología francesa y quieren venderlo a medio mundo en los próximos años, han decidido predicar con el ejemplo e instalar dos superreactores en casa y ofrecer el tercero a Finlandia en unas condiciones financieras casi irrechazables.
Países que se apuntanLas cuentas de Areva y del gran conglomerado atómico francés –todo él, estatal– están sufriendo visiblemente esta apuesta, pero para ellos merece la pena sacrificarse ahora para colocarse en cabeza del gran negocio energético del siglo XXI. De momento, el presidente Sarkozy ha convencido al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, para reactivar el programa nuclear transalpino, paralizado desde 1987 tras un referéndum popular.
La eléctrica estatal ENEL, junto con su colega francesa EDF –ambos, monopolios estatales– y los gobiernos de ambos países ya planifican nuevas plantas atómicas que podrían estar funcionando en 2020, aunque, por ahora, no hay proyectos ni pedidos sobre la mesa. Pero es todo un signo del cambio de tendencia que parece vivir el antaño denostado sector nuclear. Por otro lado, en los últimos meses hemos conocido la decisión de otros gobiernos como el británico, el finlandés o el sueco, de permitir o promover la construcción de nuevas plantas atómicas. Y, por si faltara un empujón, el segundo Estudio estratégico de la energía de la Comisión Europea propone “estimular la inversión de infraestructuras energéticas más eficientes y con bajo contenido de carbono”. Según Bruselas, si las decisiones de inversión en energía nuclear y fuentes de energía renovables se toman rápidamente, casi dos tercios de la generación de electricidad de la UE podrían ser “de baja emisión de carbono” hacia 2020. Dicen que las nucleares contarían con la tecnología más avanzada, e intentan convencer de que cumplen los más altos estándares de seguridad y que se simplificará el ahora largo proceso de concesión de licencias.
La Comisión sostiene que la energía nuclear desempeña un papel importante en la transición a una economía baja en carbono, aunque considera que la elección de incluir la energía nuclear en el mix energético corresponde a los estados miembro.
Estados Unidos, Rusia, China y Japón, por su parte, han renovado su interés por lo nuclear, aunque, de momento, no van a construir más plantas. Además, los gobiernos de países del norte de África, como Libia, Túnez, Argelia, Marruecos y Siria, están firmando acuerdos de colaboración nuclear con compañías de Francia, Rusia, China y Estados Unidos o con sus gobiernos. Incluso han declarado en numerosos foros internacionales su intención de adquirir centrales nucleares para desalar agua del mar a gran escala o para mover los complejos sistemas de riego agrícola que quieren desplegar por todo su territorio.En estos momentos Francia está presionando a esos países para que compren sus famosos EPR u otras tecnologías atómicas, pero por ahora, es más clara la intención de vender por parte de Sarkozy y compañía que la disponibilidad de dinero para comprar de los países africanos.
La situación en EspañaMaría Teresa Domínguez, presidenta del Foro Nuclear, parece estar encantada con todas estas noticias. “Los países de nuestro entorno –explica– están dibujando sus estrategias energéticas de futuro. El encarecimiento del petróleo y agotamiento de recursos naturales, el fuerte incremento del consumo de electricidad, así como una mayor conciencia ambiental y responsabilidad con las generaciones futuras son los elementos que han situado a la energía nuclear en el punto de mira de muchos países.” España, piensa la presidenta de este lobby, no puede quedarse al margen del proceso. De hecho, el informe Resultados y perspectivas nucleares encargado por este foro al catedrático de Economía Aplicada Santos Ruesga propone construir 11 nuevas centrales atómicas en España para cubrir en 2030 el 33% de la demanda eléctrica. El estudio estima que el coste de ese “relanzamiento nuclear” sería de unos 33.000 millones de euros.En realidad, como recuerda Carlos Bravo, director de la campaña antinuclear de Greenpeace, desde mediados de los años 90, las compañías eléctricas tienen libertad en España para instalar nuevas centrales nucleares y, si no lo hacen, es porque a 3.000 millones de euros la unidad, no les salen las cuentas. Y este supuesto resurgir de la tecnología atómica, con centrales aún más grandes y más caras que las que actualmente funcionan en nuestro país, no facilita el “sí” de la pieza clave de este proceso, las compañías productoras de electricidad.
A favor y en contraPatrick Moore, uno de los fundadores de Greenpeace, es de los que han visto la luz nuclear en los últimos tiempos y ha pasado del activismo contra las pruebas nucleares en Alaska a predicar con artículos y conferencias la necesidad que tiene la humanidad de apostar por la energía del uranio si quiere detener el cambio climático. “A principios de los años 70 –escribe el antaño ecologista en un artículo publicado en el diario El País–, cuando ayudé a fundar Greenpeace, creía que la energía nuclear era sinónimo de holocausto nuclear. Treinta años después, he cambiado de opinión, y el resto del movimiento ecologista debería hacer lo mismo, porque la energía nuclear es la única fuente de energía no emisora de gases invernadero que puede reemplazar con efectividad a los combustibles fósiles, satisfaciendo al mismo tiempo la creciente demanda mundial de energía”. Y concluye: “La energía nuclear es limpia, rentable, fiable y segura.” La misma opinión que tienen otros ilustres arrepentidos del pensamiento verde, como el filósofo James Lovelock, Stewart Brand –fundador del Whole Earth Catalog–, o Bjorn Lomborg, antiguo militante de Greenpeace-Dinamarca.
Marcel Coderch, secretario de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos, es de los que no se deja impresionar por esta avalancha triunfal del sector atómico. Acaba de publicar en Los Libros del Lince un demoledor análisis titulado El espejismo nuclear que desmonta uno por uno los argumentos de esta reactivación de los negocios nucleares. Coderch dibuja un escenario energético para 2030 donde la electricidad se produce al modo francés, con un 80% de kilovatios nucleares, sin apenas emisiones de carbono, tal como propone el sector nuclear como solución al cambio climático. Pero para llegar a ese escenario, harían falta casi 5.000 reactores de los actuales o más de 3.000 EPRs y, suponiendo que hubiese dinero para pagarlos, no habría uranio suficiente para mantenerlo unas pocas décadas. Porque no debemos olvidar que el potencial de las minas conocidas es limitado y el descubrimiento de grandes yacimientos hasta ahora desconocidos es una lotería con pocas probabilidades de éxito.
“Ni sumando todos los recursos catalogados por la Agencia de Energía Nuclear de la OCDE –convencionales y no convencionales, ya sean localizados, hipotéticos o especulativos–, se llegaría a cubrir los consumos proyectados para todo el ciclo de vida de los reactores necesarios [casi 5.000] para satisfacer la demanda eléctrica mundial de los próximos decenios”, concluye el investigador catalán. Es más, si se consiguiera el uranio necesario, quedaría todavía por resolver la cuestión de los residuos. Los 4.959 reactores en funcionamiento en el año 2030, según el escenario de Coderch, generarían cada año 86 kilotoneladas de combustible irradiado, y en 25 años, se habrían acumulado más de un millón de toneladas de residuos radiactivos de alta actividad que habría que almacenar. Teniendo en cuenta que no hay ni un solo almacén geológico operativo en el mundo y que los depósitos en superficie son caros y exigen cuidados y gastos durante miles de años, la perspectiva no resiste el más elemental análisis económico o medioambiental
Inseguridad y falta de dineroA todo lo anterior hay que añadir la proliferación de armas nucleares que acarrearía la construcción de muchas más centrales en países como Irán, Pakistán, Corea del Norte o Israel. Eso por no hablar de la falta de financiación para unos proyectos que cuestan cada uno miles de millones de euros o el riesgo de accidentes graves en países subdesarrollados tecnológicamente. Un riesgo que, por cierto, no ha impedido a Francia vender tecnología nuclear y, en el futuro, hasta reactores EPR a países mucho más atrasados tecnológicamente de lo que estaba la Unión Soviética cuando vivió el accidente de Chernóbil.“Bajo ningún concepto, por tanto, puede afirmarse que la energía nuclear es una alternativa real al consumo de combustibles fósiles y una solución al problema del cambio climático –añade Coderch–, por lo menos en las próximas décadas. Quizá por eso, aquéllos que proponen un renacimiento nuclear rara vez concretan cifras y, por ello, sus alusiones a estos dos problemas [el agotamiento de los combusbles fósiles y el cambio climático] deben interpretarse como una simple cortina de humo para salvar una industria en dificultades y no como un intento serio de afrontar el dilema energético-climático.”
Lo cierto es que toda esta reactivación se sostiene en el deseo de vender del complejo nuclear, tanto civil como militar, de Francia. Italia, por ejemplo, no ha acordado otra cosa que iniciar un estudio de viabilidad que podría dar como resultado la decisión de construir nuevas centrales de tipo EPR. Incluso a la eléctrica estatal ENEL, que tiene el monopolio de la electricidad en Italia y el pleno respaldo del estado transalpino, asustan los al menos 3.000 millones de euros que costaría una central de este tipo, que serían muchos más si la obra se retrasa por la oposición popular o por problemas técnicos. De hecho, el que será el primer EPR del mundo, el de Olkiluoto, lleva tres años de retraso y su construcción se está encontrando con tantos problemas técnicos, que está resultando ruinosa para Areva y para el estado francés. Basta decir que durante 2008 la construcción del superreactor –vendido a un consorcio de la industria papelera finlandesa por un precio fijo de 3.000 millones de euros–, produjo a la compañía estatal gala unas pérdidas de 749 millones de euros y acumula ya un sobrecoste reconocido por la propia compañía de 1.700 millones de euros.“Como la propia industria española ha reconocido –explica Francisco Castejón, experto en temas nuclares de Ecologistas en Acción–, es imprescindible un apoyo financiero del Gobierno en forma de préstamos blandos o subvenciones para que la industria nuclear despegue. En un marco de generación eléctrica liberalizada, es impensable que alguien se lance a la aventura nuclear.” Buena prueba de ello es que la invitación que ha hecho el primer ministro británico, Gordon Brown, a las empresas de su país para construir más nucleares no ha tenido respuesta alguna por parte de éstas.
Qué son los reactores de tercera generaciónLa industria nuclear propone para el futuro centrales de gran tamaño y sistemas automatizados. Los reactores EPR de Areva son los abanderados de una nueva generación, la tercera, de reactores nucleares. Se trata de grandes centrales que producen un 50% más de electricidad que los reactores actuales, que reducen notablemente los trabajos de mantenimiento porque casi todo es automático y que exigen menores tiempos de parada para recargar el combustible.Según el sector nuclear, estas ventajas suponen un abaratamiento considerable en el precio del kilovatio producido, sobre todo si se consigue reducir el tiempo de construcción del reactor desde los ocho o diez años actuales hasta cuatro o cinco, con lo que se abarataría la actual inversión, que no baja de los 3.000 milllones de euros.
los promotores aseguran que esa reducción de tiempo es posible gracias a que su avanzada tecnología simplifica los trabajos de ingeniería, pero, sobre todo, por la estandarización de los diseños. A diferencia de la situación actual –sólo en España existen cuatro modelos distintos de reactor para un parque de ocho centrales–, esta nueva generación tendrá muy probablemente un único modelo, lo que permitiría construirlos en serie. Además, éste estaría previamente homologado, lo que aceleraría los trámites de aprobación por parte del Consejo de Seguridad Nuclear.
en cuanto al recelo social que rodea desde siempre la tecnología nuclear, el sector insiste en que los reactores avanzados son muy seguros. Los nuclearistas señalan que éstos recurren masivamente a las pantallas de televisión y a los controles informatizados para reducir el trabajo de operarios y, por lo tanto, la posibilidad de un fallo humano. Por otro lado, se elimina gran cantidad de tuberías, cables, soldaduras y otros elementos que pueden producir un fallo en el sistema. Si se diese un accidente grave, los conceptos de seguridad pasiva deberían asegurar que las consecuencias del desastre no salieran en ningún caso de los muros de la central.
Ahora hablan de cambio climático La nuclear pretende ser la solución al cambio climático junto a la solar, la eólica o el hidrógeno. La energía nuclear ¡se ha vuelto ecologista! y desde finales de los 90 no para de hablarnos del cambio climático. Para el sector nuclear internacional, el actual modelo energético, basado en los combustibles fósiles, es insostenible y el desarrollo de China, India o Brasil dará al traste con todos los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de invernadero. ¿Con qué energía podrían, entonces, alimentar su desarrollo estos países? Con centrales atómicas, naturalmente, dicen ellos.No es muy distinto este discurso del que hacía el sector en los años 60 del pasado siglo, pero la novedad ahora es incluir en el paquete a las renovables para dibujar un futuro energético libre de carbono. Por ejemplo, la producción de hidrógeno a gran escala, que ha de sustituir a largo plazo las gasolinas derivadas del petróleo, exigirá enormes cantidades de electricidad dentro de 20 o 30 años. De modo que si queremos hidrógeno para entonces –asegura el sector– más vale que empecemos ya a encargar nucleares.
Centrales sin fecha de caducidadLa tendencia en la actualidad es alargar de 40 a 60 años la vida útil de una planta si se considera seguraEn las próximas semanas, el Consejo de Seguridad Nuclear y el Ministerio de Industria deberán decidir si renuevan a la central nuclear de Garoña, en Burgos, su licencia de funcionamiento o si deciden que, a punto de entrar en la crisis de los 40, ya es demasiado vieja para operar en condiciones seguras. En ese caso, como ya ocurrió hace tres años con la de Zorita, en Guadalajara, la planta se cerraría.No está claro si en España van a construirse más centrales nucleares, dada su impopularidad recalcitrante y su elevado precio, pero lo que sí parece seguro es que vamos a tener nucleares bastantes años más. Porque sus explotadores presionan cada vez más para alargar la vida útil de los reactores de los convencionales 40 años a los 60. En realidad, estas centrales no tienen fecha de caducidad, sino que obtienen una autorización de prórroga de la autoridad regulatoria y del Ministerio de Energía. En España, ésta suele ser por diez años prorrogables si se considera que la central cumple los requisitos de seguridad.En Estados Unidos, 50 de sus 104 reactores tienen hoy licencia para llegar a los 60 años y Suiza, Holanda, Francia o Reino Unido están empezando a seguir esta política.

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